"El poeta es un pescador, no de peces, sino de pescados
vivos; entendámonos: de peces que puedan vivir después de pescados". Así
dice Antonio Machado por boca de su heterónimo Juan de Mairena, y hoy,
75 años después de su muerte, su poesía y su pensamiento siguen vivos y
son más necesarios que nunca.
Aunque muchos, entre ellos los propios familiares del
poeta, como su sobrina Leonor Machado creen que hace falta que su obra
se reedite y se lea más. "Hace falta que el poeta sea más visible, que
se le divulgue y conozca. Hay que recordar que fue nombrado por la
Unesco 'poeta universal'", dice. O como para el profesor de Recursos
Humanos de la Universidad de Alcalá de Henares, Ignacio García de Leániz
Caprile que afirma en un artículo que a "este aniversario de la muerte
del poeta sevillano se une el olvido de su obra literaria auspiciado por
la izquierda cultural".
Lo cierto es que el legado literario y humano que dejó
Antonio Machado y Ruiz, nacido en el Palacio de las Dueñas de Sevilla,
el 26 de julio de 1875 y muerto el 22 de febrero de 1939 en su exilio de
Coullure (Francia), es inmenso. Una huella que queda en la generación
del 98, en el modernismo y simbolismo español, en sus 'Soledades', en el
arte de narrar, en la intención de su expresión "traducir al humano
lenguaje", o en su forma profunda de amar, como en la manera de tratar
el tiempo, la muerte, el paisaje de Castilla, o aquel sentir
provinciano, que ironizó y del que se burló.
Además de la herencia de su filosofía y su pensamiento, que
dejo escrito, en medio de aquella España, cuya mitad "moría" y la otra
que "bosteza", y que recogió en 'Juan de Mairena. Sentencias, donaires,
apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo', de 1936. Un libro, que
para otro de los grandes poetas españoles, ya también fallecido, el
gallego José Ángel Valente, debería ser "el catecismo de los escritores
españoles y de otras partes del mundo", un libro, añadía Valente, en una
entrevista para 'El rincón literario', con el que el poeta "segó muchas
cabezas".
Valente también recordaba que a Machado se le había
usurpado desde muchos territorios, "primero desde el franquismo, que le
había recuperado y después desde el realismo socialista", y que todos
ellos le habían dado "una visión primaria". Y es que el autor de 'Campos
de Castilla' fue por encima de todo un espíritu libre, un verso suelto,
un librepensador forjado en los valores de la Institución Libre de
Enseñanza; profundo, religioso, y al que le tocó vivir un tiempo de una
España convulsa, desde la llamada Restauración hasta la proclamación de
la II República española, en (1931) a la que fue siempre fiel. Pero
acabada la guerra civil, en el 39, comenzó su exilio, del que no volvió.
"Carezco de filiación de partido, no la he tenido nunca,
aspiro a no tenerla jamás. Mi ideario político se ha limitado siempre a
aceptar como legítimo solamente al gobierno de que representa la
voluntad del libre pueblo. Por eso estuve siempre al lado de la
República Española..." . Así le decía en una carta el autor de 'La
guerra' a Luisa Carnelli en 1938, y que recoge 'Antología comentada'
(I.poesía), editada por Francisco Caudet.
"Un hombre en el mejor sentido de la palabra bueno", como
decía uno de sus versos, de poemas como 'Caminante no hay camino', 'A un
olmo seco', 'Españolito', 'La saeta', 'Cantares', 'Guitarra del mesón',
'Retrato' o 'He andado muchos caminos' a los que puso música Juan
Manuel Serrat, alimentando la banda sonora y la educación sentimental de
toda una generación, en la España de los 70.
Un Machado que también pensaba el sentimiento y sentía el
pensamiento y que decía: "Hay dos modos de conciencia: una es luz, y
otra paciencia. Una estriba en alumbrar/un poquito al hondo mar; otra en
hacer penitencia/con caña o red, y esperar". También reivindicaba el
poeta la rabia y la idea frente a la pérdida de memoria, algo tan
actual, como lo es toda su obra y la ética de su persona.
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