El pasado 3 de octubre, la poeta Margarita Borja presentó en el Museo Roca-Instituto de Investigaciones Históricas de Buenos Aires su último poemario con gran éxito de público y crítica. Reproduccimos para ustedes la intervención de Cristina Escofet sobre ORATORIO DEL CUBO (Editorial Cuadenos del Laberinto, 2014. Madrid)
Margarita Borja y Cristina Escofet durante la presentación en Buenos Aires
ORATORIO DEL
CUBO. I. BORJA
Y LOS MARES QUE SE HAN IDO
En principio quiero saludar a la
autora/ensayista/poeta Marga Borja, de larga trayectoria teatral y generadora
de espacios de lucha por los derechos de las mujeres y de los amplios sectores en situación de marginalidad, que a la luz de
la creciente y amenazante globalización vienen siendo la mayoría.
Esta vez Marga nos convoca a la reflexión en una suerte de
poemario-dialogo con la otredad,
envolviéndonos en un nosotros de compromiso. Voy a hablar sólo de los poemas,
porque pienso que el dardo se clava allí. Le dejo la parte más blanda, la
prosa, a ella. El libro-poema-conversación nos involucra. El libro no promete ni imágenes ni metáforas
de salvación. Y comienza con el hundimiento que presagia, el caos terminal. En
el comienzo se sintetiza el profundo sentimiento que habrá de mantenerse como
una herida abierta poema tras poema.
“El
golpe/la roca viva/el tajo en el costado
/el océano que arrecia metralla contra babor/contra estribor/el castillo
de proa hey! / encabritado/el estruendo que nadie domeña…” (Hundimiento).
La conversación, sigue. La poeta sin embargo no se
anima a lo que luego desatará con crudeza, digo no se anima a no sentir
nostalgia, aunque sólo sean destellos de aquellas playas que se rememoran en la
piel. Y una se recuesta en Lires, como adormeciéndose en aquella naturaleza, la
que fue y se quedó como memoria:
“…la displicencia y la negra sombra/nos hace
desistir más que el cansancio/de mañana, el rumor atraviesa la franja
arbolada/en el último recodo del camino se desvela el esplendor/instantes de
contemplación inolvidables/inolvidables de gozo en la piel…” (Lires)
Pero el poema, no es más que un remanso de la poeta como para darse el impulso, -desde ese pequeño
goce del origen,- para sumergirse en el caos.
Un caos que no se lee en las tormentas de la
mitología, en el rayo de Zeus, ni en el tridente de Neptuno, ni en los cantos
de desvío de las sirenas, sino en los corvos desaparecidos, las gaviotas
fulminadas, la vida asfixiada, en la naturaleza agonizante.
“Los
corvos y las gaviotas se entumecen/en los cajones de caoba de la Autoridad
marítima/de las Bahamas…/miles se asfixian/en cajas fuertes de Mikhail
Friedman…/empringadas gotean/sobre la negra lista Berd…/a oleadas agonizan sobre
las mesas de caoba de Halliburton/hilitos de sangre se resecan/en la canana del
pistolero de Tyumen Oil enviado…” (Frag de Lo que precede a noviembre de 2002).
Borja sigue dialogando: ¿Qué se hizo de la vida? Su
poema Palinodia imposible, es una
larga pregunta: “¿De la playa de Lires, qué se hizo, de corvos y gaviotas, qué
se hicieron?” Intuyendo en ese “qué se hizo o qué se hicieron”, un ¿qué derrota
se infligió? ¿quién alteró la génesis ? ¿quién anuló el ciclo de
nacimiento-vida-muerte como re-nacimiento de la vida?¿quién impuso la muerte
como castigo?
Y como respuesta, un niño con abrigo en el paseo
marítimo de Muxía, mirando caer simplemente una gaviota. Borja hace detener
allí la foto, la del niño al mirar su pesadilla. La muerte cayendo. ¿Despedida
quizá de la era de las infancias? El
diálogo no se detiene, y la pesadilla se condensa en lo que quizá sea el poema
más rotundo, la Foto 2, a la que yo he denominado: Crucifixión de la tierra.
“Costa
da Morte untada de negra lubre que/ni Dios muerto persigue,/el oleaje
petroleado silba/rompe, empapa/taladra el hueso/las vísceras coronadas de
espinas/indescriptible, la fatiga/un José y un Nicodemo levantan/el cuerpo en
cruz del caído/en cruz las alas gigantes del ave/y el habla del científico que/la
sostiene y no exclama Ecce Homo/Todo alterado en este Gólgota” (Foto 2).
Ya en la próxima reflexión poemática, Foto 3, no
sólo la naturaleza ha desaparecido, también el rostro de una limpiadora de
fuel, totalmente empetrolada, quien tomando el lugar del pájaro muerto a sus
pies, adopta la postura del ave implorando el agua que le dan de beber a ella
en botella de plástico. Una humana sin rostro, abriendo su boca pico. La naturaleza muere y la humana,
mujer genérica limpiadora de fuel, ha perdido su rostro, tomando la gestualidad
del pájaro, no su lugar , dicho con palabras de la propia poeta. Quizá porque
en el gesto, se adivina el no lugar al que conduce esta alteración. ¿Se hablará
del barro original o del plástico primordial?
Y sobre esta imagen, Borja, toma su Foto 4: El arao,
mujeres, mujeres, mujeres poetas agitando pancartas reclamando: ¿que cese el
avicidio o incitando a un éxodo refundador?
“…l@s
poetas/agitan pancartas/hincan cruces en la arena/nombran con micrófonos a los
que extraen oro del avicidio/encaminan/su regreso milenario a Cidade”
La foto 5 se anticipa a la respuesta: ¿Adónde fue la
inmensidad? La inmensidad es el desierto tóxico…”…¿quién llamaría inconmensurable/al líquido tóxico, en su cubo”?
La tierra como el cubo recipiendario de lo tóxico.
Como la jaula en la que estamos encerrados. Y lo que se enuncia en la foto 5 se hace
contundente en el poema- reflexión siguiente: Negativos del álbum: la inmensidad
ha desembocado en la locura del mar, en la eternidad de las sombras.
“Antes
de que se instalara el silencio conyugal/le hablaron las paredes del
cuarto/--la mar está cuerda, nunca máis podrá decirse/--la mar cuerda trae
ahora lo siniestro…/ ella y él caen/a la fosa oceánica profunda de cuatro mil
metros/ Y cada uno rueda/dentro de un bulto fantasma de piedras y
petróleo/dentro de una forma eterna de castigo”…(Frag. Negativos del álbum).
Culmina esta reflexión poemática en Foto sin número
y sin fecha.
Dice la poeta: “
Nos unimos sin prender la luz/la falta de tu sonrisa me desvela/ en sueños me
tiendo sobre la arena pringada/junto al delfín enfundado en/sudario de
chapapote/le digo, llorando que amaré/hasta el fin del mis días/la línea leve
de su boca.
Y entonces la pregunta: ¿ Desde dónde se ama? ¿desde el amor o desde
la locura de lo que ya no nos ama? ¿Cómo será la poesía en tiempos de
exterminio?
II. EL
FIN DE LA INTELIGENCIA
En pocos poemas, Borja sintetiza la filosofía que
Paul Virilio desarrolla en su libro: El
accidente original:
“La
reproducción serial de las catástrofes más diversas pasó a ser una derivación
de los grandes descubrimientos, de las grandes invenciones técnicas, y salvo
que se acepte lo inaceptable, es decir, salvo que se admita que EL ACCIDENTE,
se torma también EL AUTOMÁTICO, en este incipiente siglo XXI nace la urgencia
de una “Inteligencia de la crisis de la inteligencia”.
Virilio parecería poner en conceptos la reflexión
poemática de Borja.
“…la
pérdida de la conciencia del accidente y del siniestro mayor, equivaldría no
sólo a la inconsciencia, sino también a la locura : la de cegarnos
voluntariamente a las consecuencias fatales de nuestras acciones e
investigaciones…Esta situación se vincularía por lo tanto, con la drástica
transformación de la FILOSOFIA (philosophie) en su contario; dicho de otro
modo, con el nacimientio de una FILOLOCURA (philofolie)…”
Virilio nos plantea al igual que Borja, dejar de
poner el acento en el “ay” de la tragedia, y tomarnos en serio el accidente
como norma, lo accidental como sustrato. Por eso dije al comienzo que este
poemario nos involucra. El accidente como norma es lo que está sucediendo, y
terminamos siendo parte de él, como la limpiadora de fuel adoptando el gesto
del pájaro agonizante. El accidente en
la poemática de Borja, nos enfrenta con la foto de la finitud, como agonía
terminal. La vida condenada, porque el accidente que sí, sin duda es lo que sucede, el accidente ha vencido al
tiempo y con ello ha vencido el temor. Somos el accidente. La vida es accidente
inevitable. Y esa es la escena que instala una nueva dramaturgia de la vida: la
anestesia que nos hace naturalizar lo inevitable y accidental. El mundo es-afirma Virilio- el ACCIDENTE desde
Chernobyll a la fecha; pudiendo agregar: desde las guerras preventivas a las
decapitaciones en vivo y en directo, desde los asesinatos, feminicidios en red,
a la inevitabilidad de la anomia legal. Porque no hay legalidad para lo
inevitable. No hay legalidad posible para los derrames tóxicos, como no hay
legalidad para los secuestros, comercio de personas, asesinatos en red. Porque
hay un “Estado Red” gestado a la luz del día, pero naturalizado como el estado
de lo invisible e inevitable. Y
asistimos desarmados como la limpiadora de fuel, a la convivencia pasiva
clamando inocentemente por un “basta legal”. Sucede que estamos en la sociedad
del inevitable ACCIDENTE. Y esta inevitabilidad accidental, es
la que nos rige . Y ya lo dijimos: ante lo inevitable, no hay ley, ¿salvo quizá
las pancartas de hombres y mujeres, poetas huyendo a Cidade…? Desde ahora, dice Virilio,
la incertidumbre es la regla: “…la máscara de la Medusa se impone a todos
gracias al casco de Minerva, o mejor dicho a ese “visio- casco” que exhibe sin
cesar la repetición ( en espejo) de un espanto que nos fascina totalmente”…
Si como parecieran afirmar tanto Borja como Virilio,
se ha invertido el rumbo de las metáforas, quisiera cerrar con un poema y una
pregunta.
El poema pertenece a Paul Valery (El cementerio
marino)
“Cerrado,
sacro, pleno de un fuego sin materia
Fragmento
terrestre ofrendado a la luz
Este
lugar me place, dominado por antorchas,
Como
puerto de oro, de piedra y de árboles sombras
Sombras
ante las cuales, todo mármol tiembla…
El
mar, fiel, duerme aquí sobre mis tumbas…”
El mar fiel, duerme aquí sobre mis tumbas, dice
Valery , el mar vela el reino de la muerte que convive con los ciclos de
nacimiento-vida-muerte como renacimiento… Pero no, de la mano de Borja y
Virilio vemos que no, la metáfora se ha invertido son las tumbas las que
emergen de los mares.
Y esta pareciera ser lo que considero la propuesta
de Borja. Un diálogo involucrante. “¿De
la Playa de Lires, qué se hizo?/de
corvos y gaviotas, qué se hicieron? Nuevamente Palinodia imposible, que nos
alcanza y nos sumerge en lo que anticipé como mi pregunta de cierre: ¿Qué se hizo de nosotras?/¿Dónde están
nuestras orillas?/¿Dónde está el punto de retorno?/¿Dónde está el origen?/Las
líneas de fuga están empalizadas.
Creo que Marga nos convoca a despojarnos de la
máscara y si, definitivamente adoptar la gestualidad del ave que cae.
(Cristina Escofet) Buenos Aires, 30 de Setiembre de 2014
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